Hace poco pasé por un momento donde bajó el flujo de trabajo. Estaba preocupado. Todos hemos pasado por momentos así. Eso nos hace tener ansiedad por el futuro. Oraba a Dios pero sentía que Dios no me escuchaba. Y veía que a otros sí.

¿Por qué en esta ocasión no estaba el favor de Dios conmigo?

Y seguía viendo que en otros sí. Esto aprendí:

No solo en lo que Dios hace en nuestras vidas vemos el favor de Dios. Las historias que nos rodean son también una manera de ver Su favor. Todos tenemos momentos en los que no nos vemos favorecidos por Dios; eso nos hace pensar que o algo hemos hecho mal, o “no somos de sus favoritos” y aquellos en los que vemos la respuesta favorable de Dios, sí lo son. No hay tal cosa.

Deberíamos abrirnos a esta posibilidad: en ocasiones Dios quiere que veamos su fidelidad por lo que hace en otras personas. No todo se trata de nosotros. Cuando nos cerramos a la posibilidad de ver la grandeza de Dios por la bendición que da a otros, estamos cayendo en egoísmo, y en una de esas hasta en envidia. Y eso es una trampa.

Y otra trampa es pensar que Dios no nos bendice porque algo hicimos mal. Esto vuelve a dirigir la mirada hacia nosotros; y más allá de pensar nuevamente en el egocentrismo que esto refleja, esta postura revela que nos creemos con el poder de cambiar las cosas con nuestros buenos actos; como si pudiéramos manipular a Dios. Es imposible comprar el favor de Dios.

Y ni qué decir cuando se trata de caprichos y no de cosas que verdaderamente necesitamos.

Es mejor esperar pacientemente y permanecer confiando en Él.

Dios es fiel. Sigamos siendo fieles.