“Vivir solo el momento” sin importar lo que eso arroje hacia los demás en un sentido negativo, es de las peores decisiones que podemos tomar. Debemos recordar que somos cartas abiertas leídas por quienes nos rodean. Todos tenemos una pequeña subtrama tras otra, con eso construimos nuestro ejemplo y paso por esta tierra.

Es equivocado pensar que las pequeñas vivencias son insignificantes y no suman nada a nuestra vida. Cada cosa que nos sucede debemos brindarle la importancia debida. Los pequeños momentos son el verdadero funcionamiento de toda una vida.

Hay un sentido de tremenda importancia en lo que ocurre cuando nadie nos ve. En esos momentos ocultos al mundo está la verdadera persona que somos. Tirar la basura en su lugar cuando tenemos audiencia, es un deber; pero hacerlo cuando nadie nos ve tiene que ver más con lo que en realidad somos. Y así con todo. Lo que hacemos es lo que somos. Y aunque pensemos que nadie nos ve, esos pequeños sucesos ocultos en un momento saltarán a la vista sin que nos demos cuenta.

Es por ello que en un sentido de cultura cristiana, no solo los pastores nominales deben dar testimonio de la verdad de Dios, cada uno de los cristianos llevamos esa responsabilidad también.

Comparto dos citas populares que me aparecen relevantes con respecto a este tema:

1. J. C. Ryle: «Tu vida es un argumento del que nadie puede escapar»
   Es muy cierto, hay un mundo que observa el argumento que resume nuestra vida. Pero si lo decimos en primera persona, también resuena, y muy fuerte: «Mi vida es un argumento del que no puedo escapar». ¿Tremendo, verdad? Cada detalle descubre quien somos.

2. Billy Joel: «Necesito sustancia en mi vida. El mundo necesita sustancia. El mundo no necesita más moda. La moda está muerta. El mundo no necesita más lo genial o lo astuto. El mundo necesita cosas sustanciales». Desconozco si Billy es cristiano o no; si asumimos que no lo es, notemos el tremendo vacío que hay en alguien que no tiene sustancia debido a que no tiene a Cristo.

Hay una gran necesidad y nosotros podemos ser sal y luz del mundo. Bueno sería poner manos a la obra en esto, rogándole a Dios que, por su Espíritu en nosotros, nos ayude a reflejar su gloria poniendo atención en los pequeños momentos.